En su segundo año, tras haber ganado el triplete en su debut como entrenador de élite, se reinventó a Messi como falso delantero centro, sacándole de la banda y colocándolo entre los jugones y la portería rival. Acertó de pleno: desde entonces, Messi ha ganado dos balones de oro y nadie duda de que el próximo mes de Enero le otorgarán el tercero consecutivo, algo que sólo ha consguido Michel Platini (años 83, 84 y 85). Tras haber ganado su tercera liga consecutiva y su segunda champions en tres años, Guardiola llegó a la conclusión de que para seguir manteniendo la tensión competitiva, su equipo precisaba un cambio radical o, para ser más justos y exactos con la realidad, un salto evolutivo considerable.
El de Santpedor,
trabajador y obsesivo como pocos, debió repasar todos sus libros durante el
verano y acabó llegando a la conclusión de que lo mejor que podía hacer
era volver al comienzo de todo: el 3-4-3 de La Naranja Mecánica de
su amigo y maestro Johan Cruyff. Pep Guardiola comprendió que el desafío que le
debía proponer a sus jugadores tenía que ser lo más apasionante y retador
posible. El más difícil todavía: reeditar sus éxitos con un estilo
aún más ofensivo y arriesgado, un defensa menos y un jugón más.
El rendimiento no
puede ser más sorprendente atendiendo a los tiempos que corren en el fútbol.
Exceptuando el partido de anoche contra el Viktoria
Plzen, en el que retomó la defensa de cuatro hombres
gracias a la recuperación de Piqué y Puyol —que no jugaban juntos desde hace
meses—, el Barça arrancó sus ocho partidos anteriores con una defensa con sólo
tres zagueros. Resultado: el Barça sólo recibió siete tiros entre los
tres palos en ocho encuentros, entre los cuales, en cuatro de ellos Valdés
no tuvo que hacer ni una sola parada. Todo ello, además, jugando con un trío
defensivo en el que ninguno de sus componentes es un central natural, siendo el
trío formado por Abidal-Mascherano-Alves el más utilizado.
El lateral brasileiro
ha asumido un nuevo rol en el equipo, sacrificando su propio estilo ofensivo
por un mayor rigor defensivo, algo que ya viene haciendo desde el curso pasado.
Y de Mascherano, ¿qué decir? El Jefecito llegó a Barcelona
asumiendo su rol secundario y aceptando (y alabando) la superioridad de
Busquets en cuanto a sus capacidades para ser el pivote defensivo del equipo.
Pero las lesiones en el centro de la zaga durante la pasada temporada (un mal
endémico en la Era Guardiola) le dio a Pep la oportunidad de
descubrir las grandes virtudes de Mascherano como central; tanto es
así que hace menos de una semana llegó a calificarle como el mejor central que
tenía actualmente en la plantilla.
En definitiva, Pep
Guardiola va a contracorriente de lo que sus compañeros de profesión vienen
haciendo desde hace décadas. Quien más quien menos acude a la acumulación
de zagueros cuando necesita mejorar su rendimiento defensivo y,
consecuentemente, no es extraño ver cómo muchos entrenadores echan mano de la
defensa de cinco para contrarrestar los diferentes problemas que puede sufrir
la defensa habitual de cuatro hombres. Guardiola no, Guardiola está hecho de
otra pasta, va por delante, como si fuera un entrenador que ha venido del
futuro para enseñarnos a todos que otro camino es posible. Su zaga de tres,
lejos de provocar problemas en el entramado defensivo, ha mejorado el
rendimiento global de su equipo. Defienden tan bien que Valdés superó anoche el
récord de imbatibilidad que ostentaba Miguel Reina desde hace más de treinta
años. No cabe duda: con Guardiola, menos es más.
Fuente: www.notasdefutbol.com
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